lunes, 21 de mayo de 2007

EL ABSOLUTISMO

La tendencia política fundamental durante los Tiempos modernos consistió en la centralización del poder en manos de los Reyes, conformándose como producto de ello, poderosos Estados Nacionales.
Las condiciones que hicieron posible este proceso fueron el reaparecimiento de la economía monetaria y el enorme desarrollo del comercio, lo cual vino aparejado al fortalecimiento de la burguesía, la que optó por apoyar a los monarcas en su lucha contra los señores feudales Dicho apoyo se manifestó principalmente en el pago de impuestos, que permitió a los soberanos disponer de ingresos estables, permitiéndoles financiar un cuerpo de funcionarios permanentes y, al mismo tiempo, un ejército regular, De tal manera, los reyes quedaron en una posición de fuerza que les permitió imponer su jurisdicción efectiva en los territorios de sus reinos, sustrayéndola de manos de los señores feudales. Estos, a la larga, fueron incapaces de ofrecer una resistencia efectiva debido, entre otras cosas, a los cambios verificados en la técnica militar, donde el aparecimiento de las armas de fuego y de la artillería, quitaron importancia a la caballería y valor defensivo a los castillos.
El Estado Moderno, que así fue constituyéndose, por su carácter fue nacional, dinástico, burocrático y de tendencias absolutistas.
Nacional, por cuanto se estructuró estableciendo su jurisdicción sobre territorios que poseían poblaciones con rasgos culturales y tradiciones históricas comunes, unificándolas aún mas, contribuyendo de manera apreciable a su conformación como nación, cohesionada no solo por los elementos históricos y culturales comunes, sino también por la comunidad de soberano, leyes y territorios.
Dinástico, por cuanto fueron los monarcas en su sucesión familiar quienes hicieron de centro y motor en el proceso de conformación del Estado, uniendo en torno a sí los elementos que formaron parte de éste,
Burocrático, debido a que la autoridad del rey ejerció su soberanía en cada rincón del territorio a través de una frondosa capa de funcionarios organizados en diversos consejos e instancias administrativas.
De tendencias absolutistas en razón de que los monarcas pasaron a ejercer el poder sin contrapeso alguno, concentrando toda la autoridad en sus manos, haciendo caducar una serie de organismos estamentales que durante la Edad Media limitaban su soberanía.
Los reyes, encabezando todo el aparato estatal, organizaron ostentosas cortes, desde donde dirigían los asuntos del Estado. La nobleza, al comprobar que no podría resistir la centralización del poder, terminó por aceptar la nueva situación, procurando sacar ventaja de ella. Así se estableció en las cortes y, a cambio de la mantención de sus privilegios, se vino a servir a los monarcas en la alta administración, la diplomacia y los mandos del ejército.
La constitución de diversos Estados Nacionales, condujo a una pugna permanente entre ellos por motivo de la hegemonía, lo cual se tradujo en frecuentes guerras. Durante el siglo XVI la hegemonía quedó en poder de España. Luego, durante el curso del siglo XVII, pasó a Francia, para después, en el siglo XVIII ser tomada por Inglaterra.
Para los efectos de regularizar las relaciones entre los diferentes Estados europeos, se creó la diplomacia y se estableció la práctica de incluir embajadas en las diferentes cortes.
Los primeros Estados Nacionales fueron los de España, Portugal, Francia e Inglaterra. En Italia el Estado Moderno adoptó la forma de Estado- Ciudad, de tipo Republicano. En Alemania, se conformó un gran número de Estados territoriales encabezados por príncipes alemanes que crearon verdaderas dinastías.

EL ABSOLUTISMO ESPAÑOL

La formación del estado centralizado en España tiene sus primeros antecedentes en la última parte de la Edad Media. Después de la invasión de los árabes, en la península ibérica subsistieron focos cristianos dispersos, los que pronto formaron distintos reinos empeñados en luchar por reconquistar el territorio. En tal proceso sobresalió Castilla y también Aragón.
Como resultado del combate contra el Islam, los reyes dispusieron tempranamente de un considerable poder militar y estuvieron en condiciones de imponerse sobre la nobleza. Durante el siglo XVI se estableció una firme alianza entre Castilla y Aragón, cimentada en el matrimonio entre Isabel y Fernando, luego llamados los reyes católicos, que dieran origen a la dinastía trastamara. Bajo su soberanía los distintos reinos españoles aceleraron su proceso de unificación.
En 1492, con la toma de Granada, los reyes católicos consiguieron expulsar definitivamente a los moros de España. En el intertanto, el poder se había concentrado totalmente en las manos de los monarcas, dueños del poder militar y también de considerables recursos provenientes de la tributación de la burguesía. Luego, América proporcionará nuevos medios económicos que permitirán un fortalecimiento aún mayor de la corona.
La hija de los reyes católicos, llamada Juana la loca, fue casada con Felipe el hermoso, quien a su vez era hijo de Maximiliano de Austria y María de Borgoña. En 1616, el vástago de Juana y Felipe, Carlos, asumió como monarca, correspondiéndole recibir una enorme herencia, que incluía por parte de padre, los dominios de los Habsburgos en Alemania y Austria; de parte de su madre, Flandes, la Borgoña, los Países bajos y el Franco Condado; y de parte de sus abuelos hispánicos, España y sus dominios de Sicilia, Cerdeña, Nápoles y otros menores en el Mediterráneo, más América. Tal fue la herencia que recibió Carlos.
Aparte de ella, el nuevo monarca logró ser elegido emperador del Imperio, es decir, de Alemania, para lo cual debió pagar gigantescas sumas a los príncipes electores, lo que no hubiese podido hacer si no hubiese contado con la ayuda del banquero Jacobo Fugger, que le facilitó las enormes cantidades que necesitaba para el efecto.
Carlos ( I de España y V de Alemania) continuo con el proceso de centralización del poder, estructurando una monarquía absoluta con todas sus características. Sin embargo, el gran objetivo que se propuso el soberano mostraba claras huellas medievales. En efecto, Carlos V aspiró a reconstruir el Imperio Europeo Cristiano, al modo de Carlo magno, y para ello se esforzó denodadamente. No obstante, su propósito era ya irrealizable pues chocaba con realidades muy fuertes contra las cuales no se podía luchar, pues era el producto de los nuevos tiempos. En primer lugar, habían aparecido los estados nacionales, los que no podían aceptar ser incluidos dentro de un solo imperio cristiano, a la manera medieval. Los intereses dinásticos, y los de la propia burguesía eran contrarios a ello. En segundo lugar, se produjo la reforma protestante, que dividió a los cristianos, reforma que se expandió rápidamente y que hacía igualmente impracticable la idea de conformación de un imperio que unificara a toda la cristiandad. En tercer lugar, y en el contexto recién señalado, Carlos V debió enfrentar la presión de los Turcos, que se hacía sentir desde el Mediterráneo y desde el este, lo que lo distrajo, impidiéndole concentrar todas sus energías en la lucha por combatir a las tendencias protestantes y nacionales que se ponían a la conformación del imperio.
Los constantes esfuerzos de Carlos V de aislar y ahogar a Francia y también por extirpar la reforma protestante en Alemania y en otros países, deben verse como parte integrante de su lucha por derrotar a las fuerzas que impedían la formación del Imperio Cristiano con que soñaba. En 1556, Carlos V, comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos, abdicó en sus hijos Fernando y Felipe. Al primero entregó sus posesiones de Austria y Alemania, constituyéndose así la rama austríaca de los Habsburgo.
A Felipe dejó el resto de sus posesiones, es decir, España y sus otros dominios europeos (Sicilia, Nápoles, Flandes, los Países Bajos y Borgoña), mas América. Se conformó así la rama española de los Habsburgos. Con tal repartición la herencia de Carlos V implícitamente reconocía que ya no era posible la reconstitución del Imperio Cristiano. Él fue el último monarca en proponerse ese objetivo, inviable puesto que la época moderna pertenecía a los Estados Nacionales.




En España el hijo de Carlos V asumió como Felipe II. Bajo él, el absolutismo llegó a su cúspide. Igualmente la influencia española en Europa alcanzó su máximo apogeo. Felipe II sometió la Iglesia al Estado, al tiempo que se proclamaba defensor de la fe y realizaba una actividad política de intervención en otros países, combatiendo a los protestantes y, a través de ello, cimentando la influencia y hegemonía española. Con el propósito de ahogar cualquier intento antiabsolutista dentro de los dominios españoles, fue creada la Inquisición, la que a pretexto de combatir a los herejes, se transformó en un instrumento del poder político.
El siglo XVI marcó la etapa más alta de la predominancia hispana en Europa. Sin embargo, la potencia española debió enfrentarse con las surgentes potencias de Francia e Inglaterra, Estados Nacionales que empezaron a experimentar un rápido desarrollo económico. Luego España tuvo que encarar la rebelión de Holanda protestante, es decir, de la parte norte de los Países Bajos, la que contó con el activo apoyo de Inglaterra. Felipe II decidió resolver su antagonismo con esta última a través de una invasión a la Isla, para lo cual organizó una gigantesca flota, llamada la “invencible Armada”, la que, no obstante, no pudo cumplir su propósito por cuanto sus naves naufragaron por efecto de una violenta tormenta, salvándose una minoría insuficiente para llevar a cabo la empresa(1558).
A la muerte de Felipe II, en 1588, España empezó un proceso de decadencia que la llevaría en el siglo siguiente a perder su posición hegemónica en el continente.

EL ABSOLUTISMO FRANCÉS

En el año 987 se extinguió el último descendiente carolingio en Francia. La alta nobleza y el clero eligieron como rey a Hugo Capeto, quién inició la dinastía que llevaba su apellido. Los Capetos consiguieron darle continuidad a la monarquía. Sus esfuerzos estuvieron orientados a impedir el subsecuente fortalecimiento de la nobleza, para lo cual no continuaron repartiendo feudos, a la par que ensanchaban las tierras reales toda vez que era posible. Con esta política echaron las bases para la futura centralización del Estado en Francia.
En 1328, al extinguirse el último Capeto, fue instaurada la dinastía de los Valois. Sin embargo, la monarquía inglesa alegó tener mejores derechos para asumir la sucesión, por lo cual no reconoció a los nuevos reyes franceses. Como producto de ello estalló la llamada “Guerra de los Cien Años”, que duró entre 1340 y 1453. El conflicto generó el mas profundo caos y decadencia. Cuando terminó, Francia estaba sumida en la anarquía, el Feudalismo y la nobleza estaban deshechos. En esas condiciones, la Burguesía por sobre todo deseaba restablecer el orden y la seguridad, para lo cual apoyó a Carlos VII, quién, valiéndose de la tributación, pudo conformar un ejército regular. Sus sucesores, en especial Luis XI, pudieron someter a la debilitada nobleza feudal y crear las bases del Estado Moderno en Francia.
Consolidada la unidad del país bajo la Monarquía, los reyes franceses comenzaron a poner en practica una activa política exterior destinada a impedir la supremacía española y a frustrar los intentos hispanos para aislarla y someterla. Fue así, como Francisco I se enfrentó sin éxito, a Carlos V en Italia. No obstante, tales reveses, Francia logró mantener su independencia y su condición como importante Estado Nacional de Europa.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, la monarquía francesa experimentó una profunda crisis debido a una serie de guerras civiles motivadas por la pugna entre Católicos y Protestantes, las que se entrelazaron con ciertos conflictos políticos. En efecto, la penetración de las concepciones protestantes en Francia dieron lugar a un bando llamado de los Hugonotes, que se apoyó principalmente en la nobleza campesina y en parte de la alta nobleza. Junto con plantear las creencias calvinistas, los primeros aspiraban limitar el Absolutismo Real que se había estado imponiendo. De tal manera, el conflicto religioso se entrelazó con el político. Cada bando defendió sus posiciones con las armas, generándose así una guerra civil que dividió al país.
Tal situación se vio agravada por la intervención extranjera. España apoyaba activamente el bando Católico, mientras que Inglaterra y los príncipes alemanes hacían lo propio con los protestantes y Hugonotes. En 1598, Enrique IV promulgó el Edicto de Nantes, que estableció la libertad religiosa. De tal modo, y en medio de una nobleza diezmada, los conflictos fueron superándose y el poder monárquico se fue fortaleciendo, tendiéndose hacia un régimen absolutista. En la medida que esto fue ocurriendo, Francia nuevamente se proyectó en el terreno internacional, aspirando a poner fin a la supremacía española.
Al mismo tiempo, y por decisión de Enrique IV, Francia se expandió hacia Ultramar, tomando posesiones en Norteamérica.
La política de Enrique IV orientada a fortalecer el poder central y a convertir a Francia en una potencia de primer orden, fue luego continuada por el regente Cardenal Richelieu. Este logró someter definitivamente a la nobleza y centralizó el poder del Estado, a través de la creación de los Intendentes. Paralelamente, Richeleiu obtuvo importantes logros en lo relacionado con la lucha contra España. Francia, poco a poco, empezó a desplazar a aquella de la hegemonía europea. El regente Cardenal Mazarino continuó la política de Richelieu.
En 1643 subió al trono francés Luis XIV, quién heredó un Estado Absoluto y Centralizado. Fue bajo este monarca que el Absolutismo alcanzó su máxima expresión en Francia. Los Estados Generales dejaron de ser convocados regularmente y todas las decisiones fundamentales fueron tomadas por el Soberano. Junto con ello, el país experimentó una gran prosperidad económica debido al desarrollo de la manufactura y el comercio. Se puso en práctica una política Mercantilista, que estimuló la Industria Nacional, que fomentó las exportaciones y estableció barreras arancelarias con el fin de reservar el mercado interno a los productos franceses.
El carácter centralizado y absoluto que alcanzó el ejercicio de la autoridad en Francia bajo Luis XIV quedó resumido en la frase “El Estado soy yo” atribuida al monarca.
Junto con constituir la cúspide del Absolutismo, el reinado de Luis XIV constituyó el apogeo de Francia en el terreno internacional. En efecto, ésta logró definitivamente desplazar a España y establecer su supremacía en el continente.

EL ABSOLUTISMO DE INGLATERRA

En el año 1066 se produjo la invasión de Guillermo de Normandía a Inglaterra, con lo cual se puso fin a los reinos anglosajones que allí existían. Los Normandos, que vinieron bajo las ordenes de Guillermo desde la Normandía francesa, se convirtieron entonces, se convirtieron entonces, en una clase dominante de señores feudales.
Puesto que la Monarquía normanda tenía posesiones en Francia, intentaba sobre la base extender su influencia en el continente, por lo cual se encontraba en permanente conflicto, con los soberanos Franceses. En el 1215 regresó a Inglaterra el Rey Juan sin tierra, después de haber vencido en una serie de batallas con las huestes francesas. En esas condiciones se produjo una verdadera revuelta contra él por parte de la nobleza y la burguesía ingles, quienes lo obligaron a firmar un documento denominado "Carta Magna”, por lo cual el monarca se comprometió a respetar una serie de libertades de la nación. La carta magna no sólo dio una base legal común a Inglaterra, sino que, a la vez, contribuyo a forjar en sentimiento nacional.
En los decenios posteriores se fue produciendo una gradual fusión entre los elementos sajones y los normandos, de cuya mezcla se generó la nación Inglesa. Paralelamente, el idioma inglés se impuso sobre el francés, que hasta entonces habían usado las clases nobles. En el año 1265 se celebró la primera reunión del Parlamento, que era una institución a la cual concurrían representantes de la nobleza y la burguesía, a quienes el rey consultaba sobre distintos problemas, incluyendo la proposición de nuevos impuestos. De tal manera, la autoridad de los monarcas tendía a quedar limitada.






Entre 1455 y 1471 se libró en Inglaterra la llamada guerra de las Dos Rosas, entre la casa de York y la de Lancaster. La razón del conflicto era puramente feudal. Ambas casa creían tener derecho al trono. La gran significación de la guerra de las Dos Rosas radica en que, al enfrentarse en ella la alta nobleza, la que quedó dividida en dos, se produjo la extenuación de esta clase social, de lo cual se beneficiará la corona, la que aprovechará la oportunidad para concentrar el poder en sus manos.
Después de finalizado el conflicto advino al trono Enrique VII, inaugurando la dinastía de los Tudor. El nuevo monarca fomentó la economía y aumentó la recaudación de tributos. Además, junto con ello, y aprovechándose de la debilidad de la nobleza, organizó sus propias fuerzas militares y procedió a concentrar el poder en sus manos. De tal manera, Inglaterra se encaminó decididamente hacia la monarquía absoluta. Enrique VII consolidó este proceso. Si gobierno fue de lleno expresión del absolutismo, aunque contó con el reconocimiento del Parlamento.
Como producto de la extinción de los Tudor, en 1603 advino la dinastía Stuardo, cuyos monarcas se destacaron por sus pretensiones de prescindir totalmente del Parlamento. Así procedieron Jacobo I y sobre todo Carlos I. Como representante a ello, parte de la nobleza, la burguesía y otros sectores sociales, se levantaron contra el soberano, originándose una cruenta guerra civil, cuyo desenlace fue la derrota del Rey y decapitamiento.
En su lugar se estableció la dictadura militar de Oliverio Cromwel, que en los hechos constituyó un gobierno republicano. Sin embargo, a su muerte, el Parlamento restauró a los Stuardo, pero bajo el entendido de que gobernarían conjuntamente con el Parlamento. Los monarcas al principio se demostraron dispuestos a ello, pero luego reincidieron en las viejas prácticas. Fue así como Jacobo II no sólo aspiró a gobernar como monarca absoluto, sino que también pretendió favorecer la religión católica que profesaba. Ante ello, se produjo un nuevo levantamiento en 1688. El parlamento llamó Guillermo de Orange, entonces de Holanda, y lo invistió como Rey de Inglaterra. Jacobo II, huérfano de todo apoyó debió huir a Francia. Así se estableció el gobierno del nuevo monarca, el que debía cumplir sus funciones en conjunto con el Parlamento. Así, también, se puso fin al absolutismo en Inglaterra. En su lugar se instauró una monarquía constitucional.

EL ABSOLUTISMO EN ALEMANIA
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En la práctica en Alemania no se formó un solo estado, sino que muchos estados territoriales menores e independientes unos a otros. En el papel subsistía el Sacro Imperio Romano Germánico, pero el poder real yacía en los príncipes de los estados territoriales, que eran los que elegían al emperador. Este último carecía de efectiva soberanía.
Los estados territoriales, encabezados por sus respectivos príncipes, adquirieron un carácter dinástico y centralizado. Entre ellos podemos mencionar a los de Hesse, Brandeburgo, Baviera, Sajonia y Wurtemberg.



ACTIVIDAD
1. ¿Qué se entiende por Estados Nacionales?
2. ¿Cómo y porqué los burgueses apoyaron al Absolutismo?
3. Explique el siguiente planteamiento: “El Estado Moderno tuvo un carácter fue nacional, dinástico, burocrático y de tendencias absolutistas”
4. ¿Cómo fue la relación existente entre los distintos absolutistas europeos durante la Edad Moderna?
5. Explique brevemente el origen del Absolutismo español
6. Explique la importancia de los siguientes reyes absolutistas:
¨ Reyes Católicos:
¨ Carlos V(I):
¨ Felipe II:
Continuará......................................................